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El despertar de la voluntad

El docente es un referente importante para el estudiante que debe aprovechar para sus fines educativos.

Todos los profesionales que nos dedicamos a la enseñanza sabemos que es necesario, a la hora de impartir una clase o curso, contar con unos contenidos excelentes y con una buena puesta en escena capaz de transformar al alumno.

 

Pero en este proceso educativo, no solo necesitamos el aporte del docente, sino que es imprescindible que el otro protagonista del aprendizaje, el alumno, acuda a nosotros cargado de voluntad y buenas intenciones.

 

Y la realidad nos dice que esto no siempre es así.

 

La voluntad, es esa fuerza interna que nos exige hacer las cosas y nos ayuda a cumplir nuestros objetivos venciendo, sobre todo, a la pereza. No en vano la palabra “voluntad”, proviene etimológicamente de un verbo latino que significa “querer”.

 

Así pues, la voluntad sería ese “querer hacer las cosas” que nos ayuda a conseguir todo lo que nos proponemos. La sabiduría popular también ha recogido la importancia de la voluntad con expresiones del tipo “Querer es poder” “Más hace el que quiere que el que puede”, etc.

 

Cualquier persona sabe que la voluntad es capaz de remover y eliminar cualquier dificultad y que, unida a una actitud o disposición positiva, marcará el éxito de cualquier empresa que acometamos.

 

Seguro que todos conocemos a alguna de esas personas hechas de una pasta especial que consiguen lo que se proponen a fuerza de tesón, voluntad… y grandes dosis de paciencia.

 

Sin embargo hay personas, y entre ellos muchos docentes, que piensan que por mucho que ellos se empeñen, si el alumno no quiere, no podrán conseguir ningún resultado.

 

Se equivocan.

 

El docente, por el hecho de serlo, se convierte en un referente importante para el estudiante y se coloca en una posición de poder privilegiada que puede y debe aprovechar para sus fines educativos.

 

El docente puede, con su ejercicio profesional, cambiar las voluntades y las actitudes de sus alumnos para ayudarles a vencer esos elementos que suelen distraerles del estudio.

 

Parece imposible, pero no lo es.

 

Hoy en día los docentes cuentan con unas grandes compañeras de viaje, las tecnologías de la información y del aprendizaje que, bien usadas, les ayudarán a despertar en los alumnos la pasión por aprender.

 

Las tecnologías, como bien decía el doctor Manuel Área en su decálogo para el uso de las TIC en la enseñanza (2006), son el medio que nos permite como docentes conseguir los objetivos del aprendizaje, pero nunca debemos perder de vista nuestro objetivo: lo que queremos que el alumno aprenda.

 

Las tecnologías nos van a permitir exponer de forma atractiva esos contenidos imprescindibles para adquirir el dominio en cualquier campo, pero también nos ayudarán a incitar al alumno a actuar, y será por medio de la acción y de la asociación de aprendizajes a su contexto cuando el alumno adquiera, de verdad, la competencia profesional.

 

Si, además, la exposición del docente está acompañada de pasión, esa fuerza que tienen los que aman y disfrutan de lo que hacen, el éxito estará garantizado y podremos despertar la voluntad más pasiva porque la pasión, la entrega con la que hacemos el trabajo es  contagiosa, recordemos esas neuronas espejo de las que habla Goleman en su Inteligencia Social y que nos llevan a sentir lo que el otro siente y a contagiarnos de su emoción.

 

Estos pueden ser algunos de los ingredientes que nos ayudarán en nuestro desempeño profesional a “despertar esas voluntades” que tan solo están dormidas pero que, en el fondo, están deseando llegar a la superficie y brillar. Esta es la verdadera grandeza del docente: ser capaz de sacar de sus alumnos todas sus potencialidades.

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

 

  • Goleman, D. (2006). Inteligencia social.

Por Belen Casal

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