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La concentración

¿Se puede entrenar nuestra capacidad de concentración?

10 consejos para mejorar nuestra atención y evitar distracciones.

Se denomina concentración a la inhibición de la información irrelevante y la focalización de la información relevante, con mantenimiento de ésta por periodos prolongados (Ardila, Roselli, Pineda y Lopera, 1997).

 

Prestar atención a un solo estímulo durante mucho tiempo no es tarea sencilla y algunos estudios indican que, posiblemente, sea debido a que nuestro cerebro esté diseñado para estar alerta de los peligros que rodeaban a nuestros antepasados más ancestrales. Si a ello le unimos el hecho de que vivimos en la era de la “saturación informativa”, rodeados de numerosas distracciones: WhatsApp, redes sociales, Internet, etc., concentrarnos en los estudios o en el trabajo puede llegar a suponer una heroicidad. Esta es una de las principales razones por las que el ambiente de estudio debe ser una de nuestras mayores preocupaciones a la hora de estudiar: alejar al máximo de nosotros este tipo de distractores, sobre los que fácilmente podemos ejercer el control, nos puede hacer ganar gran parte de la batalla. En la actualidad, existen aplicaciones que nos permiten bloquear el acceso a aquellas webs que nos dispersan.

 

En este sentido, existe tal preocupación por las interrupciones, que incluso casi hay una parte de la psicología dedicada a su estudio y constantemente se publican estudios acerca de los factores que favorecen o dificultan la concentración: en una noticia de la revista British Journal of Psychology se trata de explicar que masticar chicle podría aumentar la afluencia de oxígeno a aquella parte del cerebro implicada en la atención.

 

Atención-interés-emoción-concentración vs distracción

 

Otros factores que han sido considerados como factores altamente influyentes en la concentración son la motivación y la emoción. Un estado de alta motivación e interés va a estrechar nuestro foco atencional y disminuirá la capacidad de atención dividida (centramos nuestra atención en aquello que nos resulta interesante, que nos llama la atención), así como el tono afectivo de los estímulos y nuestros sentimientos hacia ellos contribuyen a determinar nuestro foco de atención prioritario (García, 1997).

 

Roselló (1998) señala, además, que motivación, emoción y atención están relacionados neurobiológicamente.

 

Además, el reputado psicólogo estadounidense Daniel Goleman, durante su etapa como periodista, publicó el libro Inteligencia Emocional (Kairós, 1996) en el que indica que las emociones se encuentran en el centro de la existencia; la habilidad del individuo para manejarlas actúa como un poderoso predictor de su éxito en el futuro. La capacidad de pensar, de planificar, concentrarse, solventar problemas, tomar decisiones y muchas otras actividades cognitivas indispensables en la vida pueden verse entorpecidas o favorecidas por nuestras emociones.

 

¿Podemos entrenar nuestra capacidad de concentración?

 

“Como la memoria o la agudeza perceptiva, la atención se puede entrenar”. “Afortunadamente, el cerebro es plástico hasta el final”, asegura la neuropsicóloga Fernández Sánchez.

 

Al ser plástico, podríamos considerar al cerebro como un músculo el cual, como tal, podríamos entrenar.

 

A finales de los años 70, el biólogo de la Escuela Médica de la Universidad de Massachusetts, Jon Kabat-Zinn, creó una terapia psicológica a partir del mindfulness: la reducción del estrés tomando como base la atención plena (REBAP). Dicha terapia priorizaba dos aspectos de la concentración: la capacidad de focalizar nuestra atención en un único estímulo o tarea y la consciencia de nuestros pensamientos.

 

Los siguientes consejos propuestos por los expertos de la página web de Brain Fitness Unobrain, están basados en recientes investigaciones en el campo de la neurociencia que demuestran que el cerebro tiene la capacidad de generar nuevas conexiones y cuerpos neuronales (neuroplasticidad) si se ejercita adecuadamente:

 

  • Detectar nuestros puntos débiles. Conocerse mejor a uno mismo (metacognición) nos ayuda a gestionar mejor nuestros recursos. Debemos pensar cuáles son nuestros mayores distractores y cuándo comenzamos a fatigarnos.

 

  • Programar descansos periódicos. Si es posible mejor hacerlo en entornos verdes, ya que nos ayudará a reducir la fatiga atencional.

 

  • Ejercitar las capacidades cognitivas entrenando la memoria que actúa a corto plazo. Podemos utilizar, por ejemplo, juegos de gimnasia mental.

 

  • Preparar las condiciones de lugar de trabajo o estudio. Ya hemos visto lo importante que es alejar de nosotros la distracciones, del mismo modo es importante contar con unas condiciones ambientales apropiadas de temperatura, luz, etc.

 

  • Hacer meditación. Favorece la abstracción mental, ayudando a ejercer de manera más eficaz nuestra atención selectiva, es decir, de dedicación a una sola tarea.

 

  • Dar autoinstrucciones. Decirnos a nosotros mismos en voz alta “concéntrate”, “vuelve a lo que estabas haciendo” nos ayudará a dejar de divagar y reanudar la tarea que estábamos haciendo.

 

  • Vivir aventuras virtuales. Un estudio de la Universidad de Róchester (NY) indica que los videojuegos de acción mejoran la atención selectiva.

 

  •  Alternar materias o tareas, así como su grado de dificultad. Sortear el aburrimiento evitará que nos acabemos dispersando.

 

  • Planificar las tareas. Organizar las tareas diarias y llevar un horario estricto  es una buena estrategia para no distraernos pensando en la cantidad de tareas que aún nos quedan por hacer.

 

  • Practicar ejercicio físico. Favorece la disminución del nivel de estrés y ansiedad e inhibe de las distracciones.

 

“El vínculo entre atención y excelencia se halla detrás de casi todos nuestros logros” (Daniel Goleman, 2013).

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

  • Goleman, D. “Focus” (Kairós, 2013).

 

  • Goleman, D. “Inteligencia Emocional” (Kairós, 1996).

 

  • Luque Jiménez, A.M. “La atención. Recursos”. Innovación y experiencias educativas. Nº 16 Marzo 2009. ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR2922/2007.

 

  • Sam Wass, Kaska Porayska-Pomsta, Mark H Johnson. Revista científica “Current biology”, vol 21, Nº 18. Pág 1543-1547 (Cell Press, 27/09/2011).

Por María José Lorente

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